Historia de Dean Funes

Nuestra historia
Corría la segunda mitad del Siglo XIX.
El viejo Camino Real a Catamarca surcaba esta comarca y lentas carretas y diligencias lo atravesaban, tardando meses en sus viajes desde Buenos Aires mientras pasaban justamente por aquí, por esta plaza, que era un gran bosque de algarrobos en las tierras de Masayaco.
En aquel tiempo la República comenzaba a vivir una de las etapas más prósperas de su desarrollo: el ferrocarril había llegado al país y debía extenderse hacia los cuatro puntos cardinales, entre ellos el norte de la Patria.
El progreso se imponía. Las humeantes máquinas de hierro ya arribaban a la Córdoba capital pero ello no bastaba, era menester extender su recorrido hasta Tucumán, y había que definir por dónde...
Para ello se realizaron varios estudios de factibilidad que dieron similar resultado: no había otra opción para levantar terraplenes, emplazar vías y construir estaciones que hacerlo por acá, sellando de este modo el destino de esta despoblada porción del territorio cordobés.
Así fue que, a comienzos de 1870, Don Abraham Bustamante, propietario de la Estancia y Posta “Los Algarrobos”, cedió parte de sus tierras al Estado para esas construcciones.
Las obras tardaron dos años en concretarse, hasta que a principios de 1875 estuvo todo listo para librar al servicio público el tramo ferroviario que unía la ciudad de Córdoba y la localidad de Recreo en Catamarca, y así sucedió... dicen que un 9 de marzo de hace 150 años atrás...
A partir de aquella fecha, y por unas cuantas décadas, todo fue crecimiento y prosperidad alrededor de la estación ferroviaria bautizada “Deán Funes” en honor al insigne cordobés.
Todo... la traza de sus calles, la construcción de rústicas viviendas, la apertura de comercios y pequeños emprendimientos fabriles se dio en torno a la Estación del Ferrocarril Central Norte que fue aglutinando la vida en comunidad de la incipiente “Villa Deán Funes”.
¿Dónde estaba esa Estación? En el hoy “Anfiteatro”, a pocos metros de aquí.
A partir del aquel día la población fue creciendo. A los pocos hombres que decidieron instalarse en el paraje se fueron sumando familias llegadas desde lugares vecinos, y desde otras ciudades, y hasta de otros países...
A ver... imaginemos la Estación y un humilde caserío en medio de la nada, alumbrados con velas y faroles, y bebiendo agua de pozo... había que abrir, crear y construirlo todo... y así se hizo... con tesón, sacrificio y trabajo duro así lo hicieron sus primeros pobladores...
Se adentraron en monte cerrado para abrir a punta de pala y pico sus primeras calles, y edificaron humildes casas...
* fotos: Juan José Sanuy
Y se instaló la Comisaría de Policía y el Juzgado de Paz... y se creó la primera escuela en 1886 con el nombre de Colegio Fiscal de Varones y Mujeres, actual José María Paz...
Y se delineó la primera plaza, la Sarmiento, en el solar donado por los hermanos Zamora Y se abrió una botica, y se construyó la primera Iglesia Parroquial en 1896
Y se fundaron la Sociedad Rural y el Colegio de las Esclavas en 1903
Y en 1908 se eligió a Don José Barbano como primer Intendente Municipal. Y comenzaron a funcionar los servicios de aguas corrientes y electricidad para sus casi 1.500 pobladores
Y decenas de inmigrantes, en su mayoría italianos, españoles y siriolibaneses eligieron el villorrio para cumplir sus sueños creando las emblemáticas Sociedades de Socorros Mutuos para ayudarse y legar su enorme bagaje de culturas al lugar
Y la Iglesia Cristiana Evangélica también comenzó a predicar. Y se instaló el servicio de Correos y Telégrafos... y en 1922 se fundó el Hospital
Y se instalaron los bancos, el Nación y el Provincia, con sus imponentes edificios...
Y nacieron clubes deportivos como el Atlético, el Alem, el Sportivo, el Tiro Federal y tantos más
Así, en poco más de cincuenta años, la Villa atravesada por vías de acero que la comunicaban con distintos puntos del país se colmó de habitantes, la mayoría ferroviarios. Y con el paso del tiempo se crearon otras importantes dependencias públicas, más escuelas y bibliotecas... y se erigieron grandes hoteles y almacenes de ramos generales, sastrerías y tiendas de sombreros... un molino harinero y fábricas de sillas, mosaicos y cal... y panaderías y ferreterías... producción de lejías y jabones... grandes exposiciones y ventas ganaderas, barracas y mucho más... tanto... que el 29 de octubre de 1929 la creciente Villa Deán Funes fue elevada a la categoría de ciudad.
Las décadas del ’30, ’40 y parte del ’50 fueron de gran adelanto y pujanza, hasta que la actividad ferroviaria que le había dado origen comenzó a declinar. Por inentendibles razones y desatinadas decisiones del Estado nacional gran parte de los ramales dejó de funcionar hasta que en los ’70 se dio la estocada final, y muchos creyeron que sería el fin de la próspera ciudad...
Pero no, ni la muerte ferrocarrilera ni el cierre de decenas de comercios y casi todas sus industrias pudieron con el indestructible espíritu deanfunense que luchó a brazo partido por la supervivencia y bienestar de sus habitantes. Nada... ningún puñal por filoso que fue pudo con la vida de esta entrañable ciudad hija de los rieles que, un siglo y medio después, está más viva que nunca...
Deán Funes, Perla del Norte Cordobés... Primer Pregón Cancionero del País... cuna de artistas consagrados, pintores, escultores, poetas y escritores... de músicos, bailarines y artesanos...
Esta Deán Funes faro de cultura, de historia y tradición, pudo reinventarse y está hoy más viva que nunca gracias a su gente sencilla, esperanzada, luchadora y resiliente, y a las instituciones que honran y sostienen cada día las 25.000 almas que habitan la ciudad...